Un buen encuentro

Lo vi al superar el paso de “En Segarra” en una zona conocida como “Cingle Pla” en la que el sendero transcurre sin apenas desniveles pegado a la falda del “Puig Roig” y asomado a la espectacular costa Norte de la isla.

Estaba sentado sobre un espolón rocoso contemplando el paisaje, postura relajada, brazos cruzados, una pipa curva colgada de la boca. A su lado, sobre la mochila, un estuche con una vieja y hermosa arenada adornada con el punto blanco de Dunhill y un paquete de La Brumeuse de Vincent Manil.

Lo había olido antes de verlo. Percibí en el aire el aroma terroso y a bosque de su tabaco, quizás con toques de nueces. Al llegar a su lado saludé “Buenos días”. Me miró y con un gesto de su mano me invitó a sentarme sobre la pequeña plataforma superior del espolón desde cuyas alturas, unos 760 metros sobre el nivel del mar, la vista se extiende a lo largo de un extenso tramo de costa salvaje de altos acantilados, quebrada por ensenadas y morros que la retuercen. Unos pocos senderillos precarios, no aptos para caminantes con vértigo, permiten el descenso hasta algunas de las calas.

Una vez acomodado sobre las rocas saqué de la mochila mi estuche de pipas en el que ese día cargaba una Country Gentleman de Missouri Meerschaum, una Parker Super Bruyere 832 y unos pocos flakes de Red Virginia de Wessex. Al ver las pipas el desconocido cogió en su mano la que estaba fumando, me miró con interés y pronunció sus primeras palabras:
– ¿Que fumas?
Red Virgina Flakes de Wessex.
– ¿Quieres probar este Manil?

Acepté su ofrecimiento y cargué la Parker con Brumeuse, hebras de corte grueso de color marrón intenso, un tabaco belga del Valle del Semois en la zona de las Ardenas.

Encendí la pipa apreciando el sabor complejo y potente de este burley artesanal, tan similar y a la vez tan distinto del burley americano. Durante unos largos minutos, estuvimos ambos sentados fumando, contemplando con calma el maravilloso espectáculo de la abrupta costa norte de Mallorca, compartiendo humo y silencio.

Acabada su pipa, el desconocido caminante solitario la vació con cuidado en un pequeño cenicero de bolsillo y la guardó en el estuche, se levantó, cargó la mochila a la espalda y permaneció un instante a mi lado mirándome:
– Ha sido un buen encuentro.
– Si, quizás algún día volvamos a coincidir.
– Puede ser. Qué tengas buena ruta.
– Igualmente. Gracias por el tabaco.

Y así, con una sonrisa, el caminante me dio la espalda y siguió camino en dirección oeste. Yo continué sentado fumando y abrazando el paisaje, disfrutando el momento. El desconocido tenía razón, ese había sido un buen encuentro.

3 comentarios sobre “Un buen encuentro

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