Supongo que no soy el único pipa-fumador que desarrolla un sexto sentido a todas las manifestaciones culturales donde aparece una pipa. Desde la película de turno al cómic o la obra de arte. Allá donde aparece una pipa, saltan nuestros sentidos. Así me sucedió hace unos días, leyendo Amor se escribe sin hache, deliciosa novela humorística de Enrique Jardiel Poncela y que, sinceramente, recomiendo. Encontré el siguiente párrafo que comparto:

– Ese oficio de vendedor ambulante está bien, ¿verdad?
– Contemplado desde un avión es precioso. Pero yo nunca he tenido ocasión de contemplarlo así. Después del kas-kas vendí un dentífrico; a continuación, unas máquinas para calcular la velocidad que lleva el tren en que se viaja, y luego, unas pipas provistas de un timbre que sonaba tres segundos antes de apagarse el cigarro y que servía para avisarle al fumador que era imprescindible chupar rápidamente.
– Yo tuve una pipa de esas de timbre- interrumpió Zambombo-, pero sonaba tres segundos después de apagarse.
– ¿Y para qué servía, entonces?
-Para avisarle a uno que debía comprar cerillas.
Enrique Jardiel Poncela; Amor se escribe sin hache
Que buena respuesta 👍🤣